DE LA ACADEMIA A LAS BARRICADAS

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Científicos se movilizaron en diversas ciudades de mundo entre el 4 y el 9 de abril en defensa del clima

POR SERGIO FERRARI ABR 10, 2022 


Protesta frente al Parlamento español.

 Una veintena de investigadores se manifestaron el 6 de abril frente a la Plaza Federal, en Berna. En la capital helvética, pegaron sobre la fachada de la casa de gobierno afiches con extractos del último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) que se había publicado dos días antes.

Dicha acción se realizó en el marco de una campaña mundial de protestas no violentas que lanzó Scientist Rebellion (Rebelión Científica), en la cual, según los organizadores, participaron más de 1.200 investigadores en decenas de ciudades de al menos 25 países de diferentes continentes.

El 6 de abril, día central de la movilización, un centenar de científicos lanzaron tinta roja biodegradable frente a la fachada del Congreso de los Diputados en la capital de España. A través de los medios sociales explicaron que la pintura que se derramó simboliza el estado de trágica emergencia y que, en el caso de no actuar, “nos lleva por una senda suicida para la humanidad».

 Las protestas de Rebelión Científica se multiplicaron en diversas ciudades de casi 30 países. Foto RC.

Los investigadores españoles enfatizaron, además, que la inacción climática actual condena a la humanidad a vivir en un planeta inviable. Si lo que dice la ciencia no se escucha, el comportamiento de los gobiernos se estará convirtiendo en un crimen de masa de escala inédita. A lo que se le suma la responsabilidad directa de los grupos de intereses económicos que actúan para paralizar la transición ecológica.

Casi en paralelo, un medio centenar de miembros de Scientist Rebellion cerró durante cuatro horas la calle donde se encuentra la entrada principal del Ministerio del Clima en Copenhague, Dinamarca. En tanto, en La Haya, un grupo de científicos de los Países Bajos protestaron frente a la sede del Ministerio de Economía y Política Climática.

Ese mismo día, investigadores alemanes bloquearon durante varias horas en Berlín el puente Kronprinzen, cercano a la sede del parlamento. Por su parte, sus colegas italianos se manifestaron ante la Universidad de La Sapienza en Roma, frente a un centro terciario en Torino y otro en Venecia.

Scientist Rebellion informó que se habían realizado acciones de protesta en diversos lugares, entre los cuales Lisboa, Sierra Leona, Quito, Washington, Los Ángeles, así como en Londres, frente a la sede central de la multinacional Shell.

El fracaso de los políticos

“Ya no es posible limitar el calentamiento a 1,5 ºC. Ya no es válido el acuerdo de París. Nuestros gobiernos no han estado a la altura. Necesitamos una revolución climática”, subrayaba un comunicado a través del cual Scientist Rebellion convocó a la huelga del clima en los primeros días de abril, en el marco de la campaña internacional de desobediencia civil masiva.

El comunicado afirma que los responsables políticos muestran una absoluta negligencia e incapacidad para abordar esta situación a pesar de ser perfectamente conscientes de la realidad. Y no habrá señales (positivas) futuras, a no ser que sientan una fuerte presión desde la sociedad civil.

Scientist Rebellion considera que la última Cumbre de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) de noviembre pasado en Escocia, constituyó un “rotundo fracaso”, lo que expresa la inoperancia “de las vías oficiales por las cuales se está abordando esta crisis, a pesar de las graves advertencias de la comunidad científica”.

 El futuro en nuestras manos. Foto: Jorge Gil, Europa Press.

 Las ciencias sociales son claras al respecto, sostiene la organización ambientalista: la desobediencia civil masiva de carácter no violento es la vía más rápida y eficaz para lograr cambios sociales. La protesta, en este caso en forma de huelga y desobediencia educativa, no solo está plenamente justificada, sino que constituye una condición necesaria para el cambio.

Al mismo tiempo, la organización se pregunta: “¿Cuál queremos que sea nuestro papel en esta historia?” y se interroga si tiene sentido seguir investigando o enseñando, “como si nada estuviera ocurriendo, sabiendo que nuestro planeta y la humanidad se enfrentan en los próximos años a un colapso sistémico masivo en forma de emergencia climática”.

La respuesta a dichas preguntas es la convocatoria a la movilización: unirse en una huelga internacional, junto con todos los estratos de la comunidad académica universitaria, ya sea el estudiantado o el profesorado, para exigir que se escuche a la ciencia y que se tomen las medidas urgentes, radicales y necesarias para abordar esta crisis climática.

El movimiento en defensa del clima insta a ejercer la responsabilidad moral de actuar con todos los medios que estén a nuestras manos para advertir a la población sobre la gravedad actual del problema y ejercer la máxima presión posible para frenar esta catástrofe. E insiste que el propio IPCC reconoce el papel clave como catalizadores del cambio que juegan los movimientos sociales.

 La alarma que ya no se escucha

El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático publicó el 4 de abril la tercera parte de su Sexto Informe de Evaluación (IE6), cuyo contenido esencial ya se había filtrado a la prensa el año pasado. El mismo, que contó con la aprobación de los 195 Estados Miembros que integran el IPCC, confirma que las emisiones de carbono del periodo 2010-2019 fueron las más altas registradas en la historia.

En su elaboración participaron 278 autores de 65 países, bajo la coordinación de 36 redactores que contaron con el apoyo de 163 autores y de 38 editores revisores. El IPCC prevé presentar la síntesis final de este sexto estudio antes de fin de 2022.

 Según el IPCC, si se quiere asegurar que el futuro de la humanidad sea “viable”, al planeta le quedan tres años para frenar sus emisiones de gases de efecto invernadero. Y enfatiza que deben tomarse las medidas urgentes para reducir los combustibles fósiles en un 43% hasta 2030 y, en perspectiva, abandonarlos sustancialmente. Todas metas mastodónticas, imposibles a cumplir si se mantienen los ritmos desenfrenados actuales mundiales de producción, consumo y contaminación.

 Los líderes mienten

El secretario general de las Naciones Unidas se posicionó sobre el informe el mismo día de su publicación. El mundo va por la vía más rápida hacia el desastre, afirmó António Guterres, haciéndose eco del llamado de los científicos a actuar “ahora o nunca” para frenar el alza de las temperaturas. Y recordó que hablar de la extinción de millones de especies de plantas y animales “no es ficción ni exageración. Es lo que la ciencia nos dice que resultará de nuestras políticas energéticas actuales.”

El planeta va en el peligroso camino hacia un calentamiento global de más del doble del límite de 1,5°C que se había acordado en 2015 en la COP21 de las Naciones Unidas, en París. Guterres denunció que algunos líderes gubernamentales y empresariales dicen una cosa, pero hacen otra. En pocas palabras, mienten. Y los resultados serán catastróficos. Se trata de una emergencia climática.

Según el secretario general de la ONU, a pesar de que los científicos del clima advierten que ya se está cerca de puntos de inflexión que podrían conducir a impactos climáticos en cascada e irreversibles, los gobiernos y corporaciones que producen más emisiones no sólo están haciendo la vista gorda sino también están echando leña al fuego. Esos gobiernos y empresas asfixian al planeta al responder a intereses creados e inversiones en combustibles fósiles, pese a que las soluciones renovables pueden ser menos costosas y crear empleos, seguridad energética y una mayor estabilidad de precios. Y concluyó afirmando que “el mundo será inhabitable” si todos los gobiernos no reevalúan sus políticas energéticas.

 Paradojas

Desde la perspectiva a mediano plazo del clima estos primeros diez días de abril fueron muy reveladores.

El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) publicó la tercera y última parte de su sexto informe que confirma, una vez más, el estado alarmante de la salud planetaria.

Para poder publicarlo el IPCC, en tanto organización intergubernamental de las Naciones Unidas con 34 años de existencia, debió contar con el voto positivo de los representantes de sus 195 Estados Miembros, que para debatirlo se reunieron virtualmente desde el 21 de marzo pasado.

Esos mismos Estados –y los poderes económicos reales que los sustentan– que aprobaron el grave diagnóstico son, al mismo tiempo, los responsables de las emisiones descontroladas y del dramático calentamiento global.

António Guterres, en tanto cabeza de las Naciones Unidas, espacio internacional donde concluyen los Estados responsables de dicha polución, radicaliza su retórica. Y denomina “mentirosos” a los responsables políticos (es decir a sus propios patrones) y al poder económico, quienes a pesar de su evidente conocimiento de causas no actúan para revertir el camino planetario sin salida.

Desmitificando los jueguitos retóricos institucionales y supranacionales, científicas/os de numerosos países pasaron a la acción y asumieron a través de decenas de acciones —tan espectaculares como provocadoras— su responsabilidad ciudadana. Ganaron las calles, sacudieron al movimiento social aletargado por la post-pandemia y ratificaron la que ellos creen es la única alternativa seria para salvar el planeta: la “revolución climática”.