El debate sobre la interrupción voluntaria del embarazo


El debate sobre la interrupción voluntaria del embarazo
Foro Pensar Horizontes
Mendoza, agosto de 2018.





El debate legislativo sobre la interrupción voluntaria del embarazo (IVE) fue habilitado a comienzos de este año por el presidente Mauricio Macri. No es casual haber instalado en el debate público un tema que no deja a nadie indiferente, al tiempo que la recesión se profundiza, aumentan la pobreza y la indigencia, y se suceden medidas y “reformas” de una extrema gravedad para la gran mayoría de la población: violentos tarifazos en los servicios esenciales, precarización del trabajo y despidos, endeudamiento del país por varias generaciones, acuerdo con el FMI, reinserción de las Fuerzas armadas en tareas de seguridad interior que les estaban vedadas...
¿Habremos caído en esa trampa de “distracción” tendida por el gobierno de Macri? En el Foro Pensar Horizontes hemos tenido debates sobre la despenalización y la legalización del aborto; este documento es fruto de nuestros intercambios, incluyendo dudas e incertidumbres.

El aborto clandestino en Argentina
Recordemos que la llegada del proyecto de ley al Congreso tuvo un difícil recorrido. Desde la creación en 2005 de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, el proyecto fue presentado seis veces a la Cámara de Diputados.
En Argentina el aborto es un hecho: se realizan entre 370.000 y 520.000 abortos por año. Éstas necesariamente son cifras estimativas (Mario, Silvia; Pantelides, Edith Alejandra. “Estimación de la magnitud del aborto inducido en la Argentina”. Notas de Población Nº 87, 2009), puesto que se trata de una práctica ilegal. La única información disponible es el número de hospitalizaciones debidas a complicaciones relacionadas con abortos, aunque la estadística no distingue entre abortos espontáneos y provocados. Según datos del Ministerio de Salud de la Nación sobre el sistema público de salud, en 2013 se registraron en el país 48.658 egresos hospitalarios por abortos.
Mirando hacia casi un siglo atrás, la prohibición no ha logrado impedir que los abortos sigan produciéndose, como tampoco reducir su número. Con educación sexual para decidir y anticonceptivos para no abortar, como reclaman miles de mujeres, tal vez se reduzca el número de abortos, pero esto podría no ocurrir en modo significativo, por motivos que en realidad no dependen del Código Penal.

Ampliación de derechos y responsabilidad del Estado
Durante casi un siglo la legislación argentina ha sido insensible a las experiencias de las mujeres. En 1921, cuando se redactó el artículo del Código Penal que hoy se intenta cambiar, las mujeres pasaban del dominio del padre al del marido, no administraban sus bienes, no ejercían patria potestad sobre los hijos, no votaban ni legislaban, tampoco podían ser testigos en un juicio. En nuestro sistema normativo, las mujeres no fueron representadas o protegidas sino sustituidas y tuteladas por representantes de poderes patriarcales.
Desde el retorno de la democracia, el derecho de acceder a la práctica de interrupción del embarazo ha sido una demanda permanente del movimiento de mujeres, expresada en todos los Encuentros Nacionales de Mujeres.
Las mujeres tienen la capacidad de gestar, de parir y de amamantar, pero esa capacidad no puede transformarse en una obligación. Tienen derecho a una maternidad deseada y no la obligación de una maternidad forzada. Un embarazo deseado coincide con la voluntad procreacional, y el Estado está obligado a garantizar el respeto a ese proyecto vital. Un embarazo forzado se da cuando no hay voluntad procreacional o cuando hay obstáculos que dañan a las mujeres, y se evalúa entonces su continuidad o interrupción; la persona gestante es quien debe decidirlo y debería tener derecho a interrumpirlo en condiciones de seguridad garantizadas por el Estado.
Este debate forma parte de la construcción de ciudadanía: se decide si se reconoce el estatus moral de las mujeres para tomar decisiones autónomas sobre sus propias vidas, o si continuarán bajo la tutela patriarcal. Asimismo, si la clandestinización, la criminalización, los riesgos para la salud o la muerte por abortos inseguros seguirán siendo o no una política de Estado (Diana Maffia en “La marea verde conquista el derecho al aborto. Dossier”, Sin Permiso, 16/06/2018).
Por otro lado, las condiciones en que ocurren los abortos plantean un problema socio-sanitario y refuerzan las brechas de inequidad entre mujeres con recursos económicos para adquirir el Misoprostol en el mercado negro y/o acceder a una práctica abortiva segura y discreta, y mujeres de estratos sociales vulnerables que atraviesan situaciones de riesgo.
En las audiencias públicas en Diputados y en el Senado, numerosas intervenciones han dejado claro que se trata de decidir en qué condiciones se podrán hacer las interrupciones voluntarias de embarazos, si hacerlo de modo seguro o inseguro seguirá dependiendo de la clase social de pertenencia. Por eso se pide aborto legal, seguro y gratuito. Quien está ausente es el Estado, y eso debe remediarse.
Esta ausencia del Estado también incluye la defectuosa o nula aplicación de la normativa existente. Por ejemplo, el Código Penal (recalquemos: de 1921) permite la interrupción legal del embarazo en caso de violación, pero en la práctica no se garantiza el ejercicio de ese derecho: más de la mitad de las veinticuatro jurisdicciones del país no cuenta aún con protocolos de atención de los abortos no punibles. Incluso algunos protocolos provinciales contienen disposiciones que actúan como barreras de hecho al acceso al aborto legal. Se vuelve entonces determinante la buena o mala voluntad de los establecimientos de salud. Y las mujeres en esa situación devienen a menudo objeto de violencia psicológica, de denuncia policial y judicial, de criminalización, como en el caso de “Belén”, la joven tucumana condenada a ocho años de prisión por un aborto espontáneo. Otra cuestión de primera importancia cuya aplicación no está resuelta: el acceso a los métodos anticonceptivos.
La media sanción del proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo, obtenida en la Cámara de Diputados en junio, ha significado un gran paso adelante en la ampliación de derechos, en pos de garantizar mejores condiciones de equidad, justicia y autonomía para todas las mujeres. Ahora es el Senado quien tiene la responsabilidad de poner fin a la hipocresía y a la desigualdad, garantizando el aborto legal, seguro y gratuito para todas las mujeres del país.


Hipocresía, virulencia, violencia
El debate sobre la ley de interrupción del embarazo ha puesto en evidencia una gran hipocresía de una parte de la sociedad: primero negando y ocultando una realidad que existe; luego, al plantear la falsa antinomia “no vida” versus “provida”, o al señalar a quienes apoyan la ley como “pro-aborto”. De hecho, quienes se oponen a la legalización del aborto están a favor del statu quo y por ende de la continuación de los abortos clandestinos.
La hipocresía también se manifiesta en la negación de las desigualdades sociales. “El único modo de estar contra los abortos es evitando las causas que los provocan. Se combate el aborto reabriendo fábricas, educando... A ver, ¿quién tiene derecho a impedirle a una mujer de Tucumán o de La Matanza que decida abortar sabiendo que el hijo estará condenado al hambre? ¿Es o no es un aborto cada niño que se muere a los cinco, a los siete años?” (Recuerdo de conversaciones con Mercedes Sosa, Rodolfo Braceli, Página 12, 14/06/18)
“Que se reconozca la hipocresía de querer salvar la vida de un embrión si no se lucha denodadamente por salvar las vidas todas, en un sistema global de exclusión, empobrecimiento y destrucción masiva, por el hambre, las guerras, las invasiones, la destrucción del planeta y sus bienes naturales.” (Documento del Grupo Sacerdotal Enrique Angelelli - Córdoba, julio de 2018)
La Iglesia católica, en línea con su histórica oposición a la educación laica, al matrimonio civil, al sufragio femenino, al divorcio vincular, a la educación sexual, al acceso a la anticoncepción, también hoy se opone con vehemencia a la interrupción voluntaria del embarazo. La cúpula de la Iglesia usó el tedeum oficial en una fecha patria para demandar la oposición a la ley IVE, mientras que en misas en provincia, el celebrante invoca los nombres de senadores de su provincia, acusándoles de avalar una ley para matar personas. Más aún, sectores pro-clericales y organizaciones integristas hostigan a diputados por las decisiones que tomaron en la sesión del 14 de junio y a senadores por las que puedan tomar el próximo 8 de agosto: senadoras y senadores refieren la existencia de presiones y amenazas hacia ellas/ellos y sus familiares por anónimos y jerarcas religiosos. Pero no hay autoridad que diga algo.
La intolerancia ha ido en aumento, desbordando en violencia física contra chicas y mujeres que llevan el pañuelo verde en distintos puntos del país: Jujuy, Corrientes, La Matanza y San Fernando en provincia de Buenos Aires, barrio Cano de Mendoza, Río Grande en Tierra del Fuego...

Vulnerabilidad de las menores de 19 años
El debate sobre esta ley también ha traído a la luz la situación de vulnerabilidad de las muy jóvenes, adolescentes y niñas, menores de 19 años. Según datos del Ministerio de Salud de la Nación, la proporción de embarazo no intencional en la adolescencia es superior al 68% (promedio nacional).
Múltiples causas intervienen en el embarazo adolescente, entre las más importantes:
- la falta de capacidad de las chicas y chicos para decidir si tener o no relaciones sexuales, cuándo y con quién; lo que significa que en muchos casos son relaciones sexuales forzadas y constituyen “abuso sexual”, sobre todo en el embarazo precoz. En menores de 13 años, el embarazo es siempre considerado producto de un abuso porque la niña no ha alcanzado la madurez para decidir;
- la falta o rechazo de los servicios de salud para atender a las y los adolescentes -especialmente las menores de 14 años, por lo que se pierden oportunidades de informarles y de que accedan a métodos anticonceptivos;
- la pobreza, especialmente porque elimina las perspectivas de adolescentes mujeres y varones sobre sus proyectos de vida;
- la violencia en los hogares, con la posibilidad de que la violencia aparezca nuevamente en las nuevas convivencias (Diálogo con Mabel Bianco, presidenta de la Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer -FEIM, Infobae, 11/07/18).
La cuestión es especialmente preocupante en provincias que registran altos índices de embarazo adolescente, con valores cercanos o superiores al 20%. Es el caso de las jurisdicciones NOA, NEA y Litoral. Muchos de esos distritos ni siquiera cuentan con protocolos de acceso a abortos legales.

Desde una perspectiva filosófico-cultural
Nos preguntamos: ¿por qué nos cuesta tanto abordar como sociedad el tema de la sexualidad, seria y honestamente, sin prejuicios y despegados de los fundamentalismos?
Aquí se abre un abanico de factores y variables intervinientes. Resulta imposible tratar la problemática desde todas las perspectivas a la vez: científica, médica, cultural, filosófica, política, social, etc. Por lo tanto nos enfocaremos en aspectos a los que hemos tenido un acceso más detenido, a través de la lectura y del debate que abrimos en el Foro.
Federico Mare (http://la5tapata.net/aborto-y-senado-o-el-dificil-equilibrio-entre-federalismo-y-democracia/) inserta el conflicto y la posibilidad de aprobación o rechazo del proyecto de ley que decidirá el Senado el próximo 8 de agosto en la tensión entre federalismo y democracia. Sin menospreciar su valor, sin embargo, hay ocasiones en que el federalismo puede servir para contradecir el juego democrático. Por ejemplo, las provincias del norte, con mucha menor población que otras, tienen sin embargo el mismo número de representantes, por tanto la misma cantidad de votos que por ejemplo Buenos Aires, con una población mucho más numerosa. El hecho es que en líneas generales la clase política de dichas provincias rechaza una ley de este tipo porque es profundamente conservadora. Por tanto, ante la posible colisión de dos derechos –la representación igualitaria, federal, de las provincias frente a la aprobación mayoritaria que una ley como ésta encuentra en el conjunto de nuestro pueblo–, consideramos que es necesario tomar partido decididamente por el principio democrático, para impedir que las fuerzas políticas defensoras de un orden retrógrado se impongan bajo el pretexto de un supuesto “federalismo”, mismo principio que por regla general no aplican fronteras adentro de sus propias provincias.
Aquí nos detenemos para pensar el problema desde una determinada visión filosófico-cultural. Sabido es que la despenalización y legalización del aborto es apoyada por diferentes tendencias políticas, desde aquellas representativas del campo popular, hasta otras de derecha, identificadas con los sectores dominantes del país. Así como el federalismo y la democracia se cruzan en una tensión, donde a veces uno termina excluyendo a la otra, también a la hora de votar parece que la mirada de lo políticamente conveniente se vuelca sobre la coerción que ejerce la tradición cultural. Hay tradiciones culturales sostenidas en creencias de fuerte arraigo que conviven con manifestaciones culturales antagonistas, pero parecen no interferir negativamente en el juego político. No ocurre lo mismo en el caso de la sexualidad.
A propósito de este proyecto de ley, trabajadores de la educación y de la salud miembros del Foro pusimos en la mesa de discusión algunos casos emblemáticos de los que fuimos testigos directos:
- Algunos años atrás tuvimos ocasión de visitar una escuela de Las Heras, donde mantuvimos algunos encuentros con la directora. El establecimiento educativo se halla enclavado en un barrio de muy escasos recursos. Muy cerca de la escuela hay un gran basural y un depósito de chatarra. La imagen contrastaba con la fisonomía del edificio escolar y el clima de convivencia que allí se veía. En efecto, el edificio estaba limpio, bien mantenido, los chicos se mostraban a gusto. La directora relató que hacía algún tiempo llevaban adelante un Proyecto de Educación Sexual, atendiendo al gran problema de los embarazos precoces. El ejemplo más duro había sido una niña que a los diez años había quedado embarazada y antes de finalizar el nivel primario cursaba su segundo embarazo. El primero fue detectado por su maestro, cuando notó que la niña casi no cabía en el banco. El proyecto mencionado era muy resistido, sobre todo por los padres/ jefes de familia. Muchos no permitían que sus compañeras o esposas tomaran anticonceptivos, y ellas –temerosas de ser castigadas– acataban la prohibición. La razón de la negativa estaba en que ellos demostraban su virilidad a través de la fecundación. Importaba el número de fecundaciones logradas, más allá de la cuestión de la crianza.
- Una compañera forista, ex regente en una escuela secundaria, comenta otro obstáculo a la implementación de la educación sexual. Ella también impulsó un programa de educación sexual. Cuenta que además de la dificultad para acordar criterios en el equipo directivo de la escuela, también se decidía sobre quién o quiénes podían venir a dar las charlas. Un sistema donde la subjetividad de los directivos puede decidir si se hace, con quién se hace y a qué nivel se hace una determinada actividad. Es un tema que no se liga a las condiciones políticas, económicas y sociales del entorno. Son charlas muy livianas, informativas, y exentas de formación para la vida, del cuidado de ella, del antes, del durante, del después. Normalmente las charlas las dan psicopedagogos, o cualquier docente con algún curso previo. En definitiva, no hay profundidad, no hay continuidad, no está relacionado con el entorno socio-económico-afectivo, y es en general producto de la postura, ideología y convicción de los directivos.
- Otras veces el mismo problema aparece en los centros de salud. Un compañero expone cómo se inicia la educación sexual en la provincia en la época del gobernador Iglesias. Se creó un equipo de profesionales con una partida presupuestaria que después fue vaciada en la época del gobernador Jaque. Nuestro compañero participó en esas jornadas en colegios de Lavalle, donde realizaron una encuesta y hallaron que los jóvenes (el 98%) conocían todo lo que tenían que saber acerca del tema. Pero el problema fundamental era la expulsión de los mismos desde los Centros de Salud. Razón por la cual otros colegas deciden realizar una nueva encuesta en los Centros de Salud, y allí encontraron una mentalidad conservadora, agresiva, y descalificadora hacia los jóvenes: “No vamos a apoyar el libertinaje, no queremos el sexo libre”. Hay una especie de desobediencia civil de los cuadros medios del Estado hacia las indicaciones progresistas del Ejecutivo, que por otro lado no siempre es claro ni tiene una actitud firme para desarrollar su política en estos temas, debido también a sus contradicciones internas.
Se puede apreciar el embozamiento del problema en los casos comentados. Gran parte de la comunidad mendocina comparte esa actitud, y aún cuando es testigo de situaciones de violencia explícita, mantiene el silencio cómplice con las conductas enmascaradoras.
Los sectores ligados a la tradición católica son quienes se oponen más férreamente a la interrupción voluntaria del embarazo, levantando argumentos carentes de legitimidad, de rigor científico, y apelando a la manipulación emotiva procuran generar sentimientos de culpa. Algunos incluso adoptan comportamientos muy violentos, que evidencian un tipo de subjetividad cargada de odio y resentimiento. ¿Por qué hay quienes caen en actitudes tan dañinas hacia las mujeres que defienden con fuerza y tenacidad su libertad y los derechos que hacen a su dignidad, cuando aparentemente –o al menos no siempre– los agresores no se ven perjudicados en sus intereses políticos, económicos, laborales, etc.? También en este caso los especialistas darán respuestas, discordantes entre sí. Para no apartarnos de la perspectiva en que nos situamos en el análisis, volvemos a nuestra pregunta inicial: ¿por qué como sociedad cuesta tanto abordar el tema de la sexualidad, seria y honestamente, sin prejuicios y despojados de los fundamentalismos?
Analizaremos el problema desde una visión filosófica, pero introduciéndonos en el meollo de la controversia. Varias son las consignas en torno a la discusión sobre la interrupción del embarazo. Dos de ellas tienen una fuerte repercusión: “Tengo derecho a decidir sobre mi cuerpo” y “El embrión es una persona y tiene derecho a la vida desde la concepción”. Estos slogans representan a los contendientes en disputa por la aprobación o rechazo de la Ley en cuestión y se repiten hasta el hartazgo.
La primera enunciación pertenece a quienes impulsan la aprobación de la ley, la segunda a quienes la rechazan. Nos detenemos en algunas cuestiones en las que, creemos, no se ha reparado demasiado.
Entre quienes apoyan el proyecto de ley se presentan posicionamientos ideológicos muy diferentes. Esta diversidad se refleja en los argumentos esgrimidos. Pero no nos detendremos en este punto, que abre otro debate teórico-práctico. Nuestro propósito es más acotado.
Posicionándonos entre quienes apoyan esta ley, sin embargo, cuestionamos el contenido de la consigna levantada como fundamento en la defensa del proyecto; pues nos ubicamos entre quienes rechazan la legitimidad atribuida a la idea de propiedad sobre el cuerpo, idea que encierra el peligro de tomar decisiones arbitrarias  en relación al mismo. El filósofo Locke (s. XVII), uno de los fundadores del liberalismo, sentó las bases instituyentes de la propiedad privada como derecho natural, sosteniendo que el cuerpo de cada individuo es la primera y fundamental manifestación de ese derecho, razón por la cual los seres humanos tienen libertad para disponer del mismo. Idealistas y espiritualistas de diferente signo aprobaron dicha fundamentación, amparados en la defensa de la superioridad del espíritu sobre la materia, que es la dimensión compartida con los animales y humanos “inferiores”. De modo que el argumento basado en el derecho a decidir sobre el propio cuerpo termina fortaleciendo perspectivas y prácticas que, al menos desde los sectores progresistas, se pretende combatir.
Pensamos que el cuerpo no es una posesión sino una dimensión de la realidad singular de cada sujeto humano. Considerar al cuerpo como una propiedad faculta a cada mujer a cosificarlo o someterlo a la cosificación, resignando su valía y olvidando a menudo que el cuerpo de las mujeres, hembra en su base animal, es el que contiene el espacio para anidar, albergar y posibilitar el crecimiento de un nuevo ser humano.
Se objeta que la condición de propiedad la da el otro, el patriarcado o el sistema capitalista. Es cierto: la condición de propiedad la da el patriarca o el capitalista, pero la legitimación tiene raíces lejanas y profundas en la cultura occidental. Muy sintéticamente, podemos decir que el “señor” o “amo” posee cosas y personas, y la posesión se legitima desde lo que Occidente considera inteligencia superior, esto es el varón blanco sobre la mujer y los hijos, que le pertenecen (como también el esclavo fue posesión suya). En esta perspectiva, la inteligencia se asimila al alma. El atributo de sujeto humano (o persona) es determinado por el alma racional que posee un cuerpo. De ahí que algunas lenguas (entre ellas la española) hayan instituido con fuerza el pronombre posesivo (ejemplos: mi-tu-su mujer, hijo, marido, bienes materiales, etc.), y entonces sostener la tenencia de un cuerpo es un hecho naturalizado. Es diferente decir “soy cuerpo” a decir “tengo cuerpo”. El poco aprecio por el cuerpo está vinculado con esa convicción. Se puede objetar que el ejercicio de poder capitalista cosifica el cuerpo. Es cierto, pero existe un margen de libertad (de lo contrario estaríamos totalmente determinados y sin capacidad de resistencia) para cuidarlo, o des-cuidarlo. La ciencia y la tecnología médica avanzan en la intromisión violenta sobre la corporalidad porque consideran que la persona no es tocada, pues el paradigma se encuadra en la creencia del alma inmaterial e intangible. Esta creencia es determinante incluso en la legitimación política de la tortura (por algo había sacerdotes en las sesiones de tormento durante la dictadura militar).
En relación a la segunda consigna, sostenemos que conceder el atributo de persona al embrión es una apreciación basada en una fe respetable pero sin ningún asidero, aunque ya sabemos que la campaña se hace desde el ejercicio de poder dominante de la institución eclesiástica. Tomás de Aquino, referente mayor en la historia del catolicismo, afirma que Dios coloca el alma en el cuerpo en el transcurso del proceso de gestación. Acogiéndose al legado aristotélico, sostiene que el alma es el principio vital de todos los seres vivientes. A cada escala de la naturaleza le corresponde un tipo de alma diferente; así, hay alma vegetativa, sensitiva, y en el nivel superior coloca el alma racional, propia de los seres humanos, mencionada más arriba. En consecuencia, ésta aparece tardíamente durante el desarrollo fetal.
Durante la mayor parte de sus dos mil años de historia la Iglesia católica no tuvo una posición definida sobre el tema. Recién en 1869 unificó su doctrina, cuando el papa Pío IX determinó que los embriones poseen un alma a todos los efectos desde el momento de la concepción.
Una mirada crítica de la tradición cultural confiere otro modo de abordar la cuestión. En lugar de hablar de la vida de cualquier modo y a cualquier costo, podríamos inclinarnos en el sentido de la potenciación o acrecentamiento del pulso y la riqueza vital, tal como proclamara Nietzsche enfáticamente. Un hijo deseado potencia la vida, un hijo no deseado la debilita. Un ser humano que nace en un hogar cuyas necesidades básicas están cubiertas y ofrece condiciones de vida digna acrecienta el pulso vital, lo contrario lo reduce. Entonces es imprescindible otorgar prioridad a las condiciones materiales, sociales y psicológicas frente a la decisión de llevar adelante o no un embarazo. Y no hablamos de la decisión de “gestar una nueva vida”, porque vida hay en el óvulo y en el esperma antes de la fecundación, y ni el óvulo ni el espermatozoide son seres humanos.
El proceso de gestación podría cumplirse entonces cuando se garantiza efectivamente un nacimiento y desarrollo dignos; de lo contrario lo que se hace es desvalorizar y menospreciar la vida humana. Y lo que se comprueba a diario es que se ha sustraído todo valor a la vida humana.
Volvamos a Nietzsche, cuya filosofía tiene como eje a la vida misma. Según el filósofo alemán la desvalorización de la vida corre junto a su depotenciación. Y lo que planteamos aquí es el deseo, el anhelo de generar condiciones para su potenciación. Una de esas condiciones básicas y fundamentales se encuentra en la realización plena de la sexualidad. El problema de fondo es que quienes detentan el poder político y económico, acompasado en la hegemonía cultural, necesitan que las mayorías carezcan de poder, pues así quienes dominan mantienen las condiciones del sometimiento aseguradas. Por eso la animadversión, el encono y hasta el castigo hacia las personas que defienden su vida sexual independientemente de sus posibilidades reproductivas (el psicoanálisis da cuenta de ello), de cuya crueldad la historia proporciona múltiples ejemplos. Ese hostigamiento tiene el propósito encubierto de asegurar el dominio de unos sobre otros. Por eso también la Iglesia católica y el grupo de feligreses privilegiados se conceden a sí mismos licencia para transgredir restricciones y prohibiciones en materia sexual.

Desde una perspectiva biológica
Con respecto a los aspectos biológicos de la IVE, nos apoyaremos en la exposición en ambas cámaras del biólogo Alberto Kornblith, quien es un eminente científico con una extensa lista de logros académicos. Elegimos sus conceptos no sólo por el prestigio académico y científico de quien los da, sino porque tienen una claridad, síntesis y explicación de los fenómenos que hacen irrefutables sus argumentos. Lo que sigue entonces es una síntesis de su argumentación, no el texto completo pero sí lo más importante a tener en cuenta.
- No es suficiente la unión de óvulo y esperma para formar el cigoto, no es suficiente para formar un ser humano. Se necesitan elementos placentarios y de la gestante para su desarrollo.
- Somos mamíferos placentarios, o sea mamíferos por producir leche y tener pelos, y placentarios por necesitar de la placenta para conformar un ser humano. A través de ella la madre provee anticuerpos, información genética, intercambio de alimentos y oxígeno. Durante el desarrollo del embrión y luego del feto, el mismo sufre cambios epigenéticos (aquellos cambios que sufren los genes dentro del útero).
- Por lo cual no se ha podido desarrollar vida fuera del útero. O sea que el embrión y el feto son como un órgano de la madre.
-En la mayoría de los países se considera la persona humana cuando nace con vida. Si se interrumpe el embarazo de forma natural o provocada, la persona no habrá existido nunca.
- El concepto Vida Humana no es un concepto biológico, sino un conjunto de convenciones sociales, jurídicas y/o religiosas.
- El concepto vida en biología es preexistente al nacimiento y se continúa un tiempo posterior a la muerte. Célula viva es aquella que es capaz de reproducirse y realizar metabolismo. Células vivas son el espermatozoide, el óvulo, la placenta, etc.
- El embrión no es un ser humano, es un proyecto de ser humano.
- Si tuviera un genoma único el embrión o el feto sería rechazado por la madre por ser un cuerpo extraño. No sucede por un complejo sistema inmunológico que lo impide.
- Sí tiene el óvulo la particularidad de ser pluripotente. Actualmente se sabe que puede haber otras células con esas características.
- Según el Diccionario de Genética, aborto es: la expulsión de un feto del útero por causas naturales antes de estar en condiciones de vivir per se, y también dice la terminación del embarazo en forma deliberada antes de la 28 semanas del embarazo. Nunca se habla de asesinato ni de vida humana.
- La persona gestante debe tener la posibilidad de elegir si desea o no continuar con el embarazo, porque si no se convierte en una esclava de su embrión por convenciones sociales o religiosas.

Legislación
Para finalizar, recordamos los principales textos legislativos sobre el tema, que por las diversas razones que hemos repasado más arriba en la práctica no tienen cumplimiento pleno.

- Ley 26150: Programa Nacional de Educación Sexual Integral, año 2006.

- Decreto nacional 1.282/2003: Reglamentación de la ley Nº 25.673 de creación del programa nacional de salud sexual y procreación responsable, año 2003.

- CODIGO PENAL DE LA NACION ARGENTINA
LEY 11.179 (T.O. 1984 actualizado)
ARTICULO 85. El que causare un aborto será reprimido:
1º Con reclusión o prisión de tres a diez años, si obrare sin consentimiento de la mujer. Esta pena podrá elevarse hasta quince años, si el hecho fuere seguido de la muerte de la mujer.
2º Con reclusión o prisión de uno a cuatro años, si obrare con consentimiento de la mujer.
El máximum de la pena se elevará a seis años, si el hecho fuere seguido de la muerte de la mujer.
ARTICULO 86. Incurrirán en las penas establecidas en el artículo anterior y sufrirán, además, inhabilitación especial por doble tiempo que el de la condena, los médicos, cirujanos, parteras o farmacéuticos que abusaren de su ciencia o arte para causar el aborto o cooperaren a causarlo.
El aborto practicado por un médico diplomado con el consentimiento de la mujer encinta, no es punible:
1º Si se ha hecho con el fin de evitar un peligro para la vida o la salud de la madre y si este peligro no puede ser evitado por otros medios.
2º Si el embarazo proviene de una violación o de un atentado al pudor cometido sobre una mujer idiota o demente. En este caso, el consentimiento de su representante legal deberá ser requerido para el aborto.
ARTICULO 87. Será reprimido con prisión de seis meses a dos años, el que con violencia causare un aborto sin haber tenido el propósito de causarlo, si el estado de embarazo de la paciente fuere notorio o le constare.
ARTICULO 88. Será reprimida con prisión de uno a cuatro años, la mujer que causare su propio aborto o consintiere en que otro se lo causare. La tentativa de la mujer no es punible.